«Me di cuenta» es una frase que constantemente utilizamos, y que no habla de otra cosa más que de tomar conciencia de una acción o hecho.
- Me di cuenta que el archivo no se copió a la usb…
- Me di cuenta que la blusa era demasiado grande para mi cuerpo…
- Me di cuenta que su manera de hablarme no era la más amable…
- Me di cuenta que tenía demasiado….
Esa última frase fue mi frase en el 2010 después del diagnóstico de cáncer, me di cuenta que tenía:
- Demasiados libros
- Demasiadas bolsas
- Demasiada ropa
- Demasiados zapatos
- Demasiados cosméticos
- Demasiados compromisos
- Demasiado trabajo
- Demasiado de todo…
Y entre tantos demasiados terminaba siempre utilizando las mismas 20 cosas, leyendo los mismos libros porque eran de consulta o posponiendo los mismos compromisos y tareas.
Cuando pensé que iba a morir y que esos «demasiados» pasarían a último término, recordé aquella frase trillada de «cuando morimos nada nos llevamos» y me sentí desolada, triste y vacía. Todo lo que había invertido en cosas materiales no serviría de mucho al final. Sentía que no había hecho nada de mi vida más que desperdiciarla. Sin embargo, con el paso de los días fui quitándome esa visión oscura y dándome cuenta que mi percepción era errónea al ver el cariño y la compasión (ojo, compasión no es sinónimo de lástima, la compasión y la lástima son dos cosas totalmente diferentes) que los demás me profesaban, querían que sanara y que estuviera bien, tanto como lo deseaba yo.
Así fue que entendí que en efecto, nada de las cosas materiales se va con una persona que fallece pero lo que sí nos llevamos es lo que yo llamo experiencias, conexiones y emociones:
- Nos llevamos el amor, la compasión y los buenos deseos que otros han tenido para nosotros y a su vez les dejamos lo mismo: «lo buenos recuerdos».
- Nos llevamos todo lo compartido: viajes, anécdotas, risas o carcajadas, vivencias y en general todas esas ocasiones en las que nos conectamos profundamente y que van desde cantar a todo pulmón en un concierto hasta perdernos juntos en alguna carretera de algún viaje improvisado.
- Nos llevamos las delicias que llegamos a probar, las noches reparadoras de sueño, los descansos, los atardeceres y paisajes que nos toco admirar y que nadie vio a través de nuestros ojos.
- Nos llevamos nuestras satisfacciones, el haber aprendido cierto idioma, o a cocinar el platillo de la abuela.
Finalmente terminamos llevándonos nuestras vivencias y muchísimas experiencias y amor y sí todo lo que nos llevamos no son cosas, nada de lo anteriormente mencionado es material, entonces valdría la pena preguntarse ¿A qué le estamos invirtiendo?
Esa fue mi pregunta, no sabía si me quedaba o en esta me iba pero tenía una certeza al fin, el tiempo restante pensaría muy bien, ¿En qué lo estaba invirtiendo? y ¿En qué lo deseaba invertir?
En poco tiempo (un lapso de tres semanas aproximadamente) pasé de tener excesos en lo material a lo que yo llamo «suficiente» y esa cantidad es mi justa medida. Y curiosamente mi cuota de experiencias creció exponencialmente.
Justo fue así que me moví de la conciencia, del darme cuenta a la acción…
Pero de ello escribiré en la próxima publicación para luego pasar a pasos y estrategias e ideas.
Y porque menos es suficiente… nos leemos en unos días.
María Fernanda
Me encanta leerte Fer!¡!
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